JUAN MANUEL GARCÍA RAMOS, apreciado amigo de esta Casa, preside el Partido Nacionalista Canario. Es decir, estamos ante un nacionalista aunque se trate de un nacionalista teórico; más o menos como el presidente de este partido en Tenerife, Juan Jesús Ayala, a quien le hemos reservado unas líneas en nuestro editorial de mañana domingo. Nos gustaría que tanto uno como otro abandonasen esas posturas teorizantes y diesen el paso hacia lo que realmente debe procurar cualquier nacionalista: la libertad de su pueblo; la constitución de su nación en país soberano, con bandera y asiento en los foros internacionales. Algo para lo que sólo existe un camino posible: lograr la independencia de Canarias.

No nos impide la amistad que tenemos con García Ramos criticar algunos de sus planteamientos que, por otra parte, no sólo son teóricos sino tal vez en ocasiones un tanto timoratos. Sin embargo, apoyamos plenamente cuanto ha dicho sobre el ex presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, a quien ha calificado, muy acertadamente, de "un godo más que viene a faltarnos el respeto", al decir que el nacionalismo canario se ha inventado la memoria histórica. ¿Qué comían en Extremadura cuando en Canarias vivía un pueblo que habitaba unas islas entonces llamadas afortunadas? Bellotas. Es decir, alimento de cerdos. Y ni eso, porque Pizarro se lanzó a la conquista de tierras americanas, que expolió como otros tantos peninsulares muertos de hambre, porque sus amos ni siquiera le permitían comerse las bellotas de los cerdos.

Acierta igualmente Juan Manuel García Ramos cuando afirma que Canarias no se ha inventado nada, pues en el siglo XV era una nación con costumbres, religión, cultura y una manera de llevar la vida que estaba casi en el neolítico, y llegaron unos salvajes que acabaron con sus habitantes y a otros pocos, niños y mujeres, los vendieron en las lonjas de Andalucía y Valencia. Nos congratula oírle decir a alguien de la talla intelectual de García Ramos lo mismo que venimos denunciando nosotros desde hace mucho tiempo.

Como cabía esperar, las palabras del presidente del PNC no han caído bien en algunos medios españolistas. ¿Estará ya a estas alturas el denunciador oficial redactando una minuta por xenófobo contra García Ramos? Tenga cuidado, don Juan Manuel, que nosotros sabemos mucho de eso. Sin embargo, el calificativo "godo" (lo hemos dicho muchas veces y lo han recordado recientemente nuestros articulistas Andrés Chaves y Ricardo Peytaví) no se refiere al lugar de procedencia de una persona, sino a su actitud. Un godo no es el peninsular correcto que vive entre nosotros, perfectamente integrado y respetando la idiosincrasia de los canarios. Un godo es un español prepotente que actúa en plan "enterado", avasallando con su "sapiencia" y sus presunciones de villas y castillos en su tierra de origen, cuando la realidad es que ha tenido que venir a Canarias para comer caliente. Ese es el godo. Por lo tanto, calificar a alguien de godo, como ha hecho García Ramos con Rodríguez Ibarra, no supone una actitud xenófoba sino una crítica a la odiosa autosuficiencia de algunos individuos, incluso no necesariamente peninsulares. Pero no se nos escapa que son muchos los interesados en colgar sambenitos a quienes no piensan como ellos. Desacreditar al contrario siempre les ha dado buenos réditos a los bellacos y también a la hez del periodismo.

Claro que los habitantes de Canarias formaban un pueblo cuando llegaron sus viles invasores en el siglo XV. ¿Duda alguien de que hubo un genocidio? En la Alemania actual es un delito negar el holocausto de los judíos a manos de los nazis. ¿Cuándo va a existir una ley similar en España respecto a los crímenes que cometieron en estas Islas las tropas regulares y mercenarias de Castilla? ¿No sabe Rodríguez Ibarra que entre esos rapaces criminales también había extremeños?

Nos queda una reflexión para el presidente del PNC. Una reflexión que hacemos extensiva a todos los nacionalistas erróneamente convencidos de que podemos seguir colonizados por España y, al mismo tiempo, vivir bien y con dignidad. Ni bien, porque cada vez son mayores las colas del hambre, ni con dignidad, porque siempre estamos expuestos a que venga un peninsular y nos desprecie en plan godo. Al ejemplo de Rodríguez Ibarra nos remitimos. ¿La solución? Pues, la independencia. Insistimos en que no hay otro camino. Mientras no volvamos a ser el pueblo libre que éramos antes de la conquista, jamás nos tomarán en serio. No pueden hacerlo porque somos indígenas sometidos por España o, peor aún, ultraperiféricos de Europa.